domingo, 21 de agosto de 2011

PARADIGMA DE LA CONJUGACIÓN VERBAL

Saludos, este es el paradigma de la conjugación verbal; se presentan los tres verbos básicos de la primera, segunra y tercera conjugación.


1. AMAR
Verbo modelo de la 1.ª conjugación
INDICATIVO
TIEMPOS SIMPLES
presente
pret. imperfecto /
copretérito
pret. perfecto
simple / pretérito
futuro simple /
futuro
condicional
simple /
pospretérito
amo
amas (amás)
ama
amamos
amáis
aman
amaba
amabas
amaba
amábamos
amabais
amaban
amé
amaste
amó
amamos
amasteis
amaron
amaré
amarás
amará
amaremos
amaréis
amarán
amaría
amarías
amaría
amaríamos
amaríais
amarían
TIEMPOS COMPUESTOS
pret. perfecto
compuesto /
antepresente
pret.
pluscuamperfecto / antecopretérito
pret. anterior /
antepretérito
futuro compuesto /
antefuturo
condicional
compuesto /
antepospretérito
he amado
has amado
ha amado
hemos amado
habéis amado
han amado
había amado
habías amado
había amado
habíamos amado
habíais amado
habían amado
hube amado
hubiste amado
hubo amado
hubimos amado
hubisteis amado
hubieron amado
habré amado
habrás amado
habrá amado
habremos amado
habréis amado
habrán amado
habría amado
habrías amado
habría amado
habríamos amado
habríais amado
habrían amado
SUBJUNTIVO
TIEMPOS SIMPLES
presente
pret. imperfecto / pretérito
futuro simple / futuro
ame
ames
ame
amemos
améis
amen
amara o amase
amaras o amases
amara o amase
amáramos o amásemos
amarais o amaseis
amaran o amasen
amare
amares
amare
amáremos
amareis
amaren
TIEMPOS COMPUESTOS
pret. perfecto compuesto /
antepresente
pret. pluscuamperfecto /
antepretérito
futuro compuesto /
antefuturo
haya amado
hayas amado
haya amado
hayamos amado
hayáis amado
hayan amado
hubiera o hubiese amado
hubieras o hubieses amado
hubiera o hubiese amado
hubiéramos o hubiésemos amado
hubierais o hubieseis amado
hubieran o hubiesen amado
hubiere amado
hubieres amado
hubiere amado
hubiéremos amado
hubiereis amado
hubieren amado
IMPERATIVO
ama (amá), amad
FORMAS NO PERSONALES
infinitivo
participio
gerundio
SIMPLE
COMPUESTO
amado
SIMPLE
COMPUESTO
amar
haber amado
amando
habiendo amado




2. TEMER
Verbo modelo de la 2.ª conjugación
INDICATIVO
TIEMPOS SIMPLES
presente
pret. imperfecto /
copretérito
pret. perfecto
simple / pretérito
futuro simple /
futuro
condicional
simple /
pospretérito
temo
temes (temés)
teme
tememos
teméis
temen
temía
temías
temía
temíamos
temíais
temían
temí
temiste
temió
temimos
temisteis
temieron
temeré
temerás
temerá
temeremos
temeréis
temerán
temería
temerías
temería
temeríamos
temeríais
temerían
TIEMPOS COMPUESTOS
pret. perfecto
compuesto /
antepresente
pret.
pluscuamperfecto / antecopretérito
pret. anterior /
antepretérito
futuro compuesto /
antefuturo
condicional
compuesto /
antepospretérito
he temido
has temido
ha temido
hemos temido
habéis temido
han temido
había temido
habías temido
había temido
habíamos temido
habíais temido
habían temido
hube temido
hubiste temido
hubo temido
hubimos temido
hubisteis temido
hubieron temido
habré temido
habrás temido
habrá temido
habremos temido
habréis temido
habrán temido
habría temido
habrías temido
habría temido
habríamos temido
habríais temido
habrían temido
SUBJUNTIVO
TIEMPOS SIMPLES
presente
pret. imperfecto / pretérito
futuro simple / futuro
tema
temas
tema
temamos
temáis
teman
temiera o temiese
temieras o temieses
temiera o temiese
temiéramos o temiésemos
temierais o temieseis
temieran o temiesen
temiere
temieres
temiere
temiéremos
temiereis
temieren
TIEMPOS COMPUESTOS
pret. perfecto compuesto /
antepresente
pret. pluscuamperfecto /
antepretérito
futuro compuesto /
antefuturo
haya temido
hayas temido
haya temido
hayamos temido
hayáis temido
hayan temido
hubiera o hubiese temido
hubieras o hubieses temido
hubiera o hubiese temido
hubiéramos o hubiésemos temido
hubierais o hubieseis temido
hubieran o hubiesen temido
hubiere temido
hubieres temido
hubiere temido
hubiéremos temido
hubiereis temido
hubieren temido
IMPERATIVO
teme (temé), temed
FORMAS NO PERSONALES
infinitivo
participio
gerundio
SIMPLE
COMPUESTO
temido
SIMPLE
COMPUESTO
temer
haber temido
temiendo
habiendo temido




3. PARTIR
Verbo modelo de la 3.ª conjugación
INDICATIVO
TIEMPOS SIMPLES
presente
pret. imperfecto /
copretérito
pret. perfecto
simple / pretérito
futuro simple /
futuro
condicional
simple /
pospretérito
parto
partes (partís)
parte
partimos
partís
parten
partía
partías
partía
partíamos
partíais
partían
partí
partiste
partió
partimos
partisteis
partieron
partiré
partirás
partirá
partiremos
partiréis
partirán
partiría
partirías
partiría
partiríamos
partiríais
partirían
TIEMPOS COMPUESTOS
pret. perfecto
compuesto /
antepresente
pret.
pluscuamperfecto / antecopretérito
pret. anterior /
antepretérito
futuro compuesto /
antefuturo
condicional
compuesto /
antepospretérito
he partido
has partido
ha partido
hemos partido
habéis partido
han partido
había partido
habías partido
había partido
habíamos partido
habíais partido
habían partido
hube partido
hubiste partido
hubo partido
hubimos partido
hubisteis partido
hubieron partido
habré partido
habrás partido
habrá partido
habremos partido
habréis partido
habrán partido
habría partido
habrías partido
habría partido
habríamos partido
habríais partido
habrían partido
SUBJUNTIVO
TIEMPOS SIMPLES
presente
pret. imperfecto / pretérito
futuro simple / futuro
parta
partas
parta
partamos
partáis
partan
partiera o partiese
partieras o partieses
partiera o partiese
partiéramos o partiésemos
partierais o partieseis
partieran o partiesen
partiere
partieres
partiere
partiéremos
partiereis
partieren
TIEMPOS COMPUESTOS
pret. perfecto compuesto /
antepresente
pret. pluscuamperfecto /
antepretérito
futuro compuesto /
antefuturo
haya partido
hayas partido
haya partido
hayamos partido
hayáis partido
hayan partido
hubiera o hubiese partido
hubieras o hubieses partido
hubiera o hubiese partido
hubiéramos o hubiésemos partido
hubierais o hubieseis partido
hubieran o hubiesen partido
hubiere partido
hubieres partido
hubiere partido
hubiéremos partido
hubiereis partido
hubieren partido
IMPERATIVO
parte (partí), partid
FORMAS NO PERSONALES
infinitivo
participio
gerundio
SIMPLE
COMPUESTO
partido
SIMPLE
COMPUESTO
partir
haber partido
partiendo
habiendo partido


viernes, 5 de agosto de 2011

CONJUGACIÓN DEL VERBO CABER

CABER
INDICATIVO
presente
pret. imperfecto /
copretérito
pret. perfecto
simple / pretérito
futuro simple /
futuro
condicional
simple /
pospretérito
quepo
cabes (cabés)
cabe
cabemos
cabéis
caben
cabía
cabías
cabía
cabíamos
cabíais
cabían
cupe
cupiste
cupo
cupimos
cupisteis
cupieron
cabré
cabrás
cabrá
cabremos
cabréis
cabrán
cabría
cabrías
cabría
cabríamos
cabríais
cabrían
SUBJUNTIVO
presente
pret. imperfecto / pretérito
futuro simple / futuro
quepa
quepas
quepa
quepamos
quepáis
quepan
cupiera o cupiese
cupieras o cupieses
cupiera o cupiese
cupiéramos o cupiésemos
cupierais o cupieseis
cupieran o cupiesen
cupiere
cupieres
cupiere
cupiéremos
cupiereis
cupieren
IMPERATIVO
No se usa
FORMAS NO PERSONALES
infinitivo
participio
gerundio
caber
cabido
cabiendo

domingo, 13 de marzo de 2011

Hellen Keller

Hellen Kéller nació el 27 de junio de 1880 en Tuscumbia, estado de Alabama.
A los 19 meses de edad, a causa de una fuerte sarampión, quedó ciega y sorda y al poco tiempo muda.

Afortunadamente Hellen no se desanimaba fácilmente. Pronto comenzó a explorar (descubrir) el mundo usando sus otros sentidos. Le seguía a su madre cuando se movía,
sujetándose sobre su ropa. Tocaba y olía todas las cosas que estaban alrededor de ella y sentía las manos de otras personas para ver lo que estaban haciendo e imitaba (copiaba) sus movimientos. Era capaz de hacer algunos trabajos por sí misma de forma rápida, como ordeñar las vacas o dar forma con sus manos a la masa.
Hellen aprendía y reconocía a las personas palpando sus caras y sus ropas.
También podía decir en qué lugar del jardín se encontraba olfateando (oliendo) las diferentes plantas y pisando con sus pies sobre la hierba.

Cuando tenía siete años de edad inventó 60 signos diferentes que le servían para comunicarse con la familia. Si ella quería pan, por ejemplo, cortaba disimuladamente un trozo y untaba con mantequilla. Si deseaba un helado se cubría con trapos sobre los brazos y los rompía a pedazos.
Hellen era única, extremadamente inteligente y muy sensible. Ella misma era capaz de moverse con sus sentidos en un mundo que le era extraño y confuso, pero tenía sus propias dificultades. A sus cinco años de edad Hellen comenzó a darse cuenta que era diferente a las demás personas. Se  daba cuenta de que su familia no usaba los signos como ella lo hacía sino que se comunicaba con su boca. A veces se colocaba entre dos personas y les tocaba los labios. No podía entender lo que estaban diciendo y no era capaz de transmitir sonidos para querer decir algo con significado. Quería hablar pero siempre que lo intentaba no se le entendía. Entonces se enfadaba pegándose golpes contra la pared de su habitación, pegando patadas y llorando con frustración.
Con el tiempo, cuando iba haciéndose mayor su frustración aumentaba y su rabia iba a peor. Se convirtió en una persona salvaje y revoltosa. Si no conseguía lo que deseaba se ponía muy agresiva hasta que su familia le daba lo que ella pedía. Esta situación hizo que se viera claramente la necesidad de hacer algo. Justamente, antes de cumplir siete años, la familia contrató a una tutora privada.
A los seis años, los padres de Hellen Kéller, consultaron con el Dr. Alexander Graham Bell (Edimburgo, 1847 – Baddeck, 1922); en efecto, el conocido inventor, entre otras muchas cosas, del teléfono y profundamente preocupado en la docencia y en la investigación, por el problema de la sordera y sus consecuencias. El Dr. Bell les aconsejó recurrir a Anne Mansfield Sullivan joven de 20 años recientemente graduada en Instituto Perkins para ciegos, de Boston, para la educación de su hija Hellen.                                                         
Anne Sullivan venía de un ambiente pobre. Ella perdió la visión cuando tenía cinco años y fue abandonada en una casa muy pobre donde su familia se deshizo (se fueron marchando cada uno por su lado). Tuvo la suerte de haber encontrado un lugar donde fue bien acogida, el colegio Perkins para ciegos en Boston. En el colegio la llamaban la “fiera” por su aspecto de cabezona y por su mala actitud. Afortunadamente el director se dio cuenta de que podía aprender a comportarse y ser una de las alumnas mas inteligentes. Después de varios años, y otras dos operaciones que tuvo éxito recuperó su visión, además se graduó obteniendo un título de honor. Para el director de la escuela estaba claro que Anne Sullivan era la persona adecuada para educar a Hellen Kéller.
Anne pronto se dio cuenta de por qué Hellen tenía tantas rabietas (actitudes de enfado). Ella sabía que si podía enseñarle a comunicarse, Hellen llegaría a ser una persona diferente. Antes de comenzar a educar a esta niña tan salvaje, tenía que controlarla. Cuando Anne intentaba evitar que Hellen hiciese algo que no le gustaba, Hellen daba patadas, gritaba y mordía. Anne conseguía vencer las batallas (peleas) utilizando su fuerza y mucha paciencia.
El siguiente paso dado fue la decisión de enseñar a Hellen el alfabeto manual.
Es una lengua de signos en la que cada letra es signada en contacto con la mano de la persona sorda- ciega de manera que pueda sentir la forma del signo y su significado. Cada letra tiene un signo separado. Esto significa que las palabras las frases pueden ser deletreadas. También permite que se puedan expresar las ideas más abstractas. Anne la ponía en contacto con el agua y  le deletreaba la palabra A G U A , haciéndolo repetidas veces, hasta que Hellen empezaba a darse cuenta que cada letra que deletreaba representaba el significado del agua.
Esta experiencia le ayudó a darse cuenta que cada cosa que había en el mundo tenía un nombre. Así comenzó a animarse y cada cosa que encontraba la cogía y preguntaba a Anne cómo se llamaba.
Anne continuó enseñándole durante los años siguientes. Le hablaba sobre todas las cosas que ocurrían a su alrededor. Deletreaba todas las cosas en la mano usando frases completas más que simples palabras. Trabajando de esta manera, Anne iba preparando a su alumna Hellen, con nuevas palabras e ideas que necesitaría para poder prepararla para enseñarle a hablar.
Las dos solían pasear juntas por el campo hablando sobre las ideas que surgían de la mente de Hellen. De este modo Anne consiguió mantener la atención y el interés de Hellen a aprender cosas cada vez más interesantes. También hizo que participase en nuevos atractivos hobbies como navegar en una barca, saltar desde un tobogán, etc.
Como resultado de todo este trabajo, Hellen llego a ser más civilizada y amable y pronto aprendió a leer y escribir en braille. También aprendió a leer de los labios de las personas tocándoles en sus dedos y sintiendo el movimiento y las vibraciones. Este método se llama Tadoma y es una habilidad que muy pocas personas pueden llegar a desarrollar. También aprendió a hablar, el mayor logro (desarrollo) de alguien que no podía oír absolutamente nada.
Anne decidió que Hellen aprendiese más cosas que necesitaría para poder ir a un colegio. En 1888 las dos fueron al Instituto Perkins para Sordos en Boston. Allí Anne continuó enseñando a Hellen pero con materiales y textos que había en la escuela. En 1894 fueron a la Escuela Wright – Humason para Ciegos en Nueva Cork. Anne continuó con Hellen enseñándole distintas lecciones y actuando como su intérprete. Ella interpretaba en las manos de Hellen lo que los profesores decían en clase, y transcribía en los libros utilizando el sistema braille.
Mas tarde trabajo en la Comisión de Ciegos de Massachussets y dio conferencias por todo el mundo llegó a dominar varios idiomas, aprendió a leer en diferentes sistemas para ciegos y publicó entre otros libros: Historia de mi vida (1903), El Mundo en que Vivo (1908), Salir de la Oscuridad (1913) Mis Años Posteriores (1930), Tengamos Fe (1949) Maestra Ana Sillivan Macy (1955) y La puerta abierta (1957)
Sobre su vida se hizo una película –La inconquistable (1954)- y se escribió una obra de teatro –El Milagro de Ana Sullivan (1960)- adaptada para el cine por William Gibson y galardonada, en 1962, con el Oscar a la mejor actriz (Anna Bancroft) y a la mejor actriz secundaria (Patty Duke).
Hellen Kéller está enterrada en la catedral de San Pedro y San Pablo, de Washington.

martes, 25 de enero de 2011

TAREA PARA ALUMNOS DE JUAN PABLO

Esta es su tarea, chicos de Juan Pablo, recuerden que deben presentarla como un trabajo, en hojas bond, no se copien... hagan el trabajao ustedes solos, valoraré a aquellos que tengan una buena presentación y sean ORIGINALES. Lean el texto y luego contesten a las preguntas. nos vemos la próxima semana. El trabajo es para el Lunes 31 de enero del 2011.

El Jefe
Por: Julio Ramón Ribeyro

El directorio de la casa Ferrolux S.A. daba esa noche una fiesta a sus empleados, con motivo de inaugurarse su nuevo club social. En el cuarto piso de un  edificio moderno, situado en el centro de Lima, la firma había alquilado cinco piezas que fueron convertidas en sala de baile, bar, biblioteca, billares y guardarropa. En la pared más importante –porque hasta las paredes tienen categorías– se había colocado una fotografía del fundador de la firma y otra del gerente en ejercicio. El resto de la decoración lo constituía pequeños carteles que contenían frases alusivas al trabajo, a la puntualidad, tales como “Piense, luego responda” o “No calcule, verifique”, las que formaban un recetario destinado a cuadricular, hasta en sus horas de recreo, el cráneo de los pobres empleados.
Desde las siete de la noche, los empleados, comenzaron a llegar. La mayoría venía directamente de la oficina, luego de haber hecho una estación en algún bar del camino para beberse un trago y “ponerse a tono”. Otros, los que pertenecían a la raza de inventores de protocolos, habían dado el trote hasta su casa para ponerse el terno azul, la corbata de mariposa, y llegaron tarde, naturalmente, oliendo a brillantina.
Eusebio Zapatero, ayudante de contador fue uno de los que prefirió “ponerse a tono” antes de llegar al club.
En la fiesta se esmeró en no dejar pasar una bandeja sin estirar el brazo con prontitud para apoderarse de un vaso de ron con hielo y limón. Gracias a esto se achispó un poco y pudo realizar algunas observaciones interesantes: por ejemplo, lo raro que le resultaba ver en un marco diferente del de la oficina a muchos de sus compañeros de trabajo. En la oficina, casi todos se quitaban el saco, se ponían “manguitos” para no ensuciarse los puños de la camisa y se subían los anteojos sobre la frente. Todo esto les daba cierto aire de intimidad, de viejo compañerismo. Aquí, en cambio, bien compuestos y pulidos, un poco tieso delante de tantos jefes que circulaban brindando, parecían acartonados y desplegaban todos los ademanes de la inhibición. Algunos se metían constantemente el dedo entre el cuello de la camisa y la garganta; otros fumaban con avidez y se apoyaban tan pronto sobre una pierna como sobre la otra; unos terceros, dentro de los cuales se encontraba Eusebio, se rascaban la frente o se tiraban maquinalmente de la nariz.
Se bailó hasta las diez de la noche y cuando el directorio observó que entre los circunstantes aparecían los primeros síntomas de embriaguez se dio por finalizada la fiesta. Después de todo, como se dejó entender, aquello no era una juerga sino un pequeño acto simbólico de júbilo y fraternidad.
-Esto es democracia –dijeron algunos empleados cuando el gerente, para cerrar con gracia la reunión bailó la última pieza de la noche con una mecanógrafa.
En seguida comenzaron a abandonar el local. Eusebio, que durante gran parte de la ceremonia se había contentado con merodear alrededor de su jefe, el apoderado Felipe Bueno, tratando de integrar los grupos donde aquel se encontraba pero sin atreverse a dirigirle la palabra, fue uno de los últimos en salir del club. Para sorpresa suya, en el grupo de doce personas que ingresó al ascensor se encontraba el apoderado. La caja descendía velozmente y en su interior se hacían bromas fáciles. Todos tenían los ojos brillantes y un vago anhelo de prolongar un momento la velada.
-Señores, los invito a tomar un trago –dijo el apoderado Felipe Bueno, cuando el ascensor los dejó en el pasillo del edificio.
En el grupo de empleados se levantó un murmullo de entusiasmo. Eusebio luchó de inmediato por ponerse en primera fila, para que la invitación, por un capricho de última hora no fuera a recortarse en perjuicio de su persona.
-¡Encantado, encantado! –repetía en coro con los demás empleados, sintiendo que su voz, al sumarse a las otras, adquiría una insólita convicción.
-Vamos al bar del hotel Ambassadeur –dijo el apoderado.
El grupo caminó unas cuadras por las calles invernales de Lima. Formaban un comité animado, que recordaba los integrantes de una comida de ex alumnos.
Cuando llegaron al bar, se acordaron en el mostrador y el apoderado Felipe Bueno pidió Whisky para todos.
Bebieron tres o cuatro ruedas. La tensión se había relajado. El jefe contaba chistes. Ya los empleados no le decían “Sr. apoderado” ni “Don Felipe Bueno” sino simplemente “Oiga usted”. A las once se comenzó a hablar de política. Eusebio, para impresionar a su jefe, se embarcó en una discusión sobre la reforma agraria, con otro empleado, pero cuando su adversario le habló del “minifundio”, quedó callado un poco contrito por meterse en cosas que no entendía. Por la fisura de un corto silencio, algunos empleados se retiraron con el objeto de no perder el servicio de ómnibus que funcionaba hasta las doce, o por el temor de tener que pagar una rueda de licor. Eusebio, tres colegas más y el apoderado, continuaron bebiendo.
-Hay que tirar de vez en cuando una cana al aire –decía don Felipe Bueno–. Con prudencia, estas cosas hacen bien al espíritu.
Solamente en ese momento Eusebio se dio cuenta que podía aprovechar la coyuntura para solicitar un aumento de sueldo. Después de todo, entre copas todo está permitido. Pero la presencia de los otros empleados lo cohibía.
“Esperaré la ocasión”, se repetía y comenzó a concebir un odio profundo contra aquellos empleados que le impedían disfrutar con exclusividad de la confianza del jefe. “Los batiré en retirada, los emborracharé”, pensaba, demorando su trago. Pero aquello no fue necesario. Los empleados, bastante mareados ya y temiendo cometer algún desatino, se despidieron del apoderado. Eusebio no se movió.
-Usted es de los que no abandonan el barco –observó el apoderado, mirándolo con curiosidad.
-Vivo cerca –mintió Eusebio–. Pensaba acompañarlo hasta su automóvil.
Don Felipe pagó la cuenta y ambos salieron del Hotel.
Era más de media noche. Caminaron un rato silenciosos.
Eusebio gozaba secretamente de esa rara confluencia de circunstancia que le permitía caminar a solas con su jefe, por las calles de Lima, a esas horas tan avanzadas.
Deseaba que pasara algún conocido para detenerlo por la manga, señalar al apoderado con el pulgar y decir guiñando un ojo: “mi jefe”.
-¡Pero es una tontería! –exclamó de pronto el apoderado consultando su reloj– todavía no es la una.
Vamos a bebernos un coñac.
Entraron al “Negro-Negro”. Había música. Ocuparon una mesita en la parte oscura. Eusebio ya no cabía en sí de felicidad.
Hasta las tres de la mañana estuvieron bebiendo coñac. El jefe comenzó a galantear a una mujer que había en el mostrador. Luego regresó a la mesa, rompió una copa, insultó al mozo y comenzó a divagar.
Eusebio creyó que había llegado el momento.
-Sr. apoderado…  –comenzó.
-¡Nada de apoderados! Yo soy Felipe Bueno… dígame Felipe Bueno, a secas…
-Sr. Felipe Bueno, quería decirle… quería decirle que en los quince años que llevo en la oficina…
-¿Asuntos de oficina? ¡No hablemos de ellos ahora, señor Zapatero! No quiero saber nada con la oficina.
¿No ve que estamos en plan de divertirnos?... mozo, ¡traiga dos coñacs más!
Eusebio quedó callado. Se dio cuenta que, a pesar de su aturdimiento, el jefe conservaba aún suficiente tino como para defenderse de todo tipo de solicitudes. “Por lo menos esta noche –se dijo– me contentaré con ganarme su confianza”.
Al poco rato el apoderado dijo:
-¡Sr. Felipe Bueno para arriba, Sr. Felipe Bueno para abajo!... ¿Por qué me llama usted Felipe Bueno? ¡Somos dos amigos que estamos tomando unos tragos!
Dígame simplemente Felipe.
A partir de este momento las jerarquías desaparecieron. Comenzaron a tutearse mientras seguían bebiendo.
Eusebio se olvidó hasta del aumento de sueldo.
-A mí me dicen Bito…–mascullaba Eusebio–. Todos mis amigos me dicen Bito… mi nombre es muy feo…
-Oye Felipe, yo soy Bito, ¿no es verdad? A ver, dime cómo me llamo.
-Pito…–respondió el apoderado.
Ambos se echaron a reír.
-¡Linda noche! –exclamó el apoderado– Solamente nos falta una mujercita, ¿eh? ¡Estas son las noches que me alegran la vida!... ¡Ah, pero si me viera mi mujer! Me cogería de la solapa y me diría: ¡Pim, media vuelta y a la casa!
-¡Te dice Pim! –intervino Eusebio asombrado.
-Es verdad, en mi casa me dicen Pim.
-¡Pim! –repitió Eusebio– ¿Me dejas que te invite un trago, Pim?
Eusebio pagó los últimos coñacs. Estaban ya completamente borrachos. Cantaron a dúo un vals criollo. Luego se cambiaron las corbatas. A las cinco de la mañana tuvo un momento de lucidez.
-¡Pim!, mañana es día de trabajo.
-Es verdad, Bito, me había olvidado.
Cuando salieron a la plaza San Martín, el apoderado se apoyaba en su subalterno y la palmeaba cariñosamente la papada.
-Búscame un taxi, Bito –dijo–. No puedo manejar.
Eusebio introdujo su jefe en un carro de plaza y se despidió oprimiéndole la mano.
-Hasta mañana, Pim –dijo.
-Chau, Bito.
Tres horas más tarde, Eusebio Zapatero llegó a la oficina con los ojos hinchados y un retrazo de diez minutos. Contra su costumbre saludó a la secretaria alegremente y haciendo una pirueta tiró su sombrero en la percha.
-¿Está Felipe? –preguntó.
La secretaria lo miró sorprendida.
-¿Por quién pregunta usted?
-Por nuestro patrón.
-Está en su despacho.
Eusebio se dirigió hacia la puerta.
-¿Va a entrar así, sin que lo anuncie?
Eusebio se contentó con hacerle un guiño y empujó la puerta. El apoderado estaba sentado frente a su escritorio, ocupado en leer la correspondencia de la mañana.
Eusebio se fue acercando sigilosamente y cuando estuvo ante el pupitre adelantó la cabeza y murmuró: “Pim”.
El apoderado levantó rápidamente la cara y quedó mirándolo con una expresión fría, desmemoriada y anónima: la mirada inapelable del jefe.
-Buenos días… Sr. Eusebio Zapatero –respondió. Y continuó leyendo sus cartas.


Comprensión y comentario
Título          Género             Autor               Nacionalidad    Época
1.   Contesta
¿Qué relación había entre los personajes del cuento?
¿Qué celebraban? ¿Qué sucedió después de esa celebración?
¿Por qué cada vez quedaba menos gente con el apoderado?
¿Qué quería lograr Eusebio quedándose con su jefe a solas?
¿Qué consiguió Eusebio? ¿Era lo que él quería o al menos servía para conformarse? ¿Qué sucedió al final?
2.   Interpreta y Responde.
¿Por qué crees que había carteles alusivos al trabajo en la reunión?
¿Por qué crees que el autor se refiere a los carteles como: “…destinados a cuadricular… el cráneo de los pobres empleados.”?
¿Qué opinas del trato que se daban los jefes y los empleados en la fiesta?
¿Por qué crees que el apoderado, de manera tan fría contestó a Eusebio al final?

3.   Recursos expresivos
Encuentra en la lectura las siguientes expresiones y explica con tus propias palabras el significado de cada una de ellas:
a.   “ponerse a tono”
b.   “…una canita al aire…”
c.   “Los batiré en retirada, los emborracharé”

4.   Personajes
Ribeyro posee una sensibilidad especial para penetrar en la psicología de los personajes. Explica las características de ambos personajes y descríbelos: (Haz el cuadro en tu cuaderno)

Eusebio Zapatero
Felipe Bueno
Le decían Bito…


Le decían …


5.   Valora lo Leído
Ÿ ¿El final de este cuento te pareció esperable o sorpresivo e insólito? ¿Te gustó? ¿Por qué?
Ÿ ¿Qué personaje del cuento te atrajo más? ¿Qué rasgos de tu carácter puedes identificar en alguno de los personajes?

sábado, 22 de enero de 2011

PREGUNTAS Y DUDAS

Esta sección sirve para quienes estudian nuestra lengua, tienen alguna duda y necesitan orientación, estaré encantado de responder a sus consultas.